Los sonidos en los estadios vacíos y la música en tiempos difíciles.


Ponle música a lo que estés viendo en la calle o a tu alrededor. Si vas en el transporte público, usa tus audífonos; si estás abordo de tu automóvil, súbele al volumen. Elige, por ejemplo, Carnaval de los animales: XIII. The Swan de Camille Saint-Saëns, o alguna otra melodía nostálgica. Mira a esa muchedumbre que —como tú y como yo— va rumbo a sus trabajos. Tantas mujeres y hombres cabizbajos, con sus mochilas pesadas al hombro y la mirada clavada en sus zapatos. Parecerán desolados, la imagen en su conjunto es desesperanzadora. 

Ahora, ahí mismo, haz sonar el “Galop infernal”, de la opereta de Orfeo en los infiernos. El cuadro definitivamente cambia, el ambiente se vuelve otro. Las mismas personas, sin saber que protagonizan una secuencia para ti, pronto se transforman. La nueva pieza devela que, debajo de ese desencanto que las condenaba, están ataviadas de suspicacia. Se voltean a ver unas a otras, con intriga, a la espera de que uno se descare, rompa filas y comience a correr a toda velocidad. Al compás de la obra de Jacques Offenbach, ese ir y venir de gente en las aceras, se asemeja a una carrera interminable, a la maratón de los godínez. 

“El sonido modifica radicalmente la realidad”, pensé mientras veía el primer gol que le clavó el Real Madrid al Barcelona. En medio de un estadio vacío, Karim Benzema festejaba su tanto de taquito, celebrado no sólo por sus compañeros, sino por una efusiva afición virtual que La Liga —con el apoyo de EA Sports— tiene pregrabada para los goles, para los tiros a puerta, para los contraataques, las faltas y las cámaras húngaras. 

A raíz de que se juega a puerta cerrada para evitar contagios, las principales ligas de futbol optaron por usar en sus transmisiones —al más puro estilo de las risas enlatadas de Chespirito— pistas de audio de público para ambientar los partidos. Y, es que sí, los ecos de un estadio vacío son tan deprimentes como el ruido del tráfico a las 8:00 A.M., cuando nos dirigimos a nuestras oficinas. El silencio desalienta a los fanáticos, pero los sonidos artificiales del graderío imaginario les permiten olvidar a ratos que el mundo está de cabeza. 

La música y los sonidos estimulan emociones, despiertan los sentidos, cambian perspectivas, estados y atmósferas completas. Si los sonidos son capaces de transformar un partido de futbol, la música tiene el poder de hacerte la vida distinta. Cuántos momentos no se vuelven inolvidables gracias a una canción, instantes de nuestra existencia que asociamos con nuestras canciones favoritas, esas que conforman nuestro soundtrack. La música nos sana en los tiempos difíciles, una siesta y la pieza adecuada y voilà! Y qué decir de quien muere oyendo en voz de Pavarotti el “Ave María”, o la de su preferencia. Es un camino al cielo. 

Por eso, como reza la canción de Rogers y Hammerstein, cuando te sientas temeroso, sostén tu cabeza en alto y silba una tonada alegre que te convenza de que no tienes miedo”.

Estoy en TwitterFB e IG como @FJKoloffon. Y trabajo en La Novelería.

Columna publicada en el periódico El Universal.


comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *