El ahora y las nuevas primeras veces.


A diario me entero de más gente que últimamente ha tomado las decisiones más radicales de su vida. Si existiera algún estudio para medir las épocas donde la humanidad ha tomado más decisiones disruptivas, probablemente el resultado sería: Ahora. 

Vivimos un período de grandes cambios, motivados en buena parte por la necesidad: profesionistas y meseros que se pusieron a vender galletas; mujeres y hombres sin empleo que prueban suerte en los oficios más insólitos, o que armaron al vapor negocios de comida china a domicilio; familias que se mudaron al bosque, al campo o a otro país; empresarios que vaciaron sus negocios para convertirlos en bodegas de Amazon; los que que dejaron todo para dedicarse a lo que les gusta, porque la vida es corta.

 Cada vez confluimos más en “el ahora”, un territorio al que nos trasladamos para reinventarnos y empezar de cero, una tierra llena de novedades y de nuevas primeras veces.

La madrugada del domingo me tocó ver el medio maratón de Estambul. Además de la magia seductora de la ciudad, me impactó que no sólo participaron atletas elite, sino alrededor de cinco mil corredores amateurs, en lo que supongo es uno de los primeros eventos masivos desde que detonó la pandemia. 

Se les veía la felicidad en la cara, como si fuera la primera vez que corrían en multitud, como un esplendoroso río humano, inmersos en una poderosa corriente de emociones contagiosas. La keniana Ruth Chepngetich, campeona mundial de maratón, cruzó la meta pletórica, como si nunca antes lo hubiera hecho. No sé si se debía a que impuso un nuevo récord (1h04:02), o si más bien su fulgor provenía de ese sentimiento esperanzador.

La sensación me trasladó al Palau Sant Jordi de Barcelona, al primer concierto en el que también recientemente más de cinco mil asistentes —que se sometieron a una prueba de antígenos— corearon las canciones de Love of Lesbian. «¡Bienvenidos a uno de los conciertos más emocionantes de nuestra vida! ¡El mundo nos mira, esta es una pequeña batalla dentro de la guerra!», reivindicó el líder de la banda, Santi Balmes, al saltar al escenario.

Me conmueve imaginar las palabras de las maestras el primer día de clases; las de los compañeros de trabajo al volver a la oficina; las del árbitro en ese primer partido entre escuelas; las de quienes se gusten en un bar o una biblioteca; las de inauguración de los Juegos Olímpicos de Tokio, los primeros de estos nuevos tiempos.  

Estoy en TwitterFB e IG como @FJKoloffon. Y trabajo en La Novelería.

Columna publicada en el periódico El Universal.


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