Tirar la toalla.


Hemos sido educados para triunfar. Nos han entrenado para no desistir. Tenemos el concepto, bien arraigado en los genes, de que ganar es siempre seguir. No importa cómo, pero hay que persistir hasta la muerte, hasta allá. Y es una idea difícil de sacar de la cabeza, una creencia dura de abatir, como se supone deberíamos ser nosotros: imbatibles.

Sin embargo, en estos tiempos complicados, quién no ha querido de repente dejar de lado su implacable resistencia y mandar todo al diablo y simplemente rendirse. «¡Chinguesumadre, me doy!», tendría que ser considerado un grito de valentía, una declaración de guerra contra lo establecido.

Yo una vez me rendí en un maratón. Abandoné y me dolió muchísimo, pero a la vez me pareció un acto sublime, un espectáculo digno de ser aplaudido. Si fuéramos menos presuntuosos y más honestos, quizá las ovaciones no serían exclusivas para los primeros lugares, sino que reconoceríamos de igual modo a los que no pudieron a pesar de su esfuerzo. 

Tirar la toalla.

La expresión tirar la toalla proviene del pugilismo. Cuando un peleador está recibiendo un castigo severo a manos de su oponente, su entrenador tiene la facultad de aventar su toalla a la lona para pedir al réferi que dé por terminado el combate y ponga fin al castigo. Poner fin a las cosas es un poder que casi nadie sabe que tiene. Poquísima gente lo usa, por vergüenza. 

Si bien es de resaltar el valor de los que sacan la casta en los instantes donde todo parece perdido (como el campeonísimo Julio César Chávez la noche que enfrentó a Medrick Taylor y lo venció con sendo cruzado de derecha en los últimos segundos del último round), asimismo es de vitorear la dignidad de los derrotados.

Se vale pedir clemencia y rendirse ante los embates de la vida: en estos tiempos de crisis; de problemas; cuando se está cansado de luchar contra una enfermedad; o contra las injusticias; cuando se sufre de desamor, o de decepciones u obstáculos; si el rival es mucho más grande; si ya no quieres; si se te acabaron las fuerzas y los planes. 

Por ahí dicen que hay que saber escoger nuestras batallas, aunque yo creo que las batallas son como los libros, y que más bien son ellas las que nos eligen a nosotros. También pienso que, a veces, rendirse es salir victorioso, desde otra perspectiva. 

Ladies and gentleman, si la vida los madrea, les deseo que sea con golpes de suerte.

Loser (Beck).

Estoy en TwitterFB e IG como @FJKoloffon. Y trabajo en La Novelería.

Columna publicada en el periódico El Universal.


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