Si yo fuera Presidente


De niño quería ser futbolista. Y de joven. Jugaba en mi cabeza con mi balón intangible. Me burlaba a todos. Goles de palomita, al ángulo, de tiro libre, anotaciones al por mayor. El público me ovacionaba fervoroso desde mi graderío imaginario. La niña de cuarto de primaria que me gustaba y hasta la de preparatoria que fue mi amor platónico. Todas saltaban ahí.

 Fantaseaba noche y día. Todavía hoy, aunque con menos intensidad. Al final daba igual si se trataba de futbol o música —porque también llenaba estadios en mis conciertos, donde las mismas niñas y adolescentes gritaban mi nombre con pasión—, lo importante era cerrar los ojos y escuchar esos aplausos.

Mexican Favorito en concierto.
Mexican Favorito en concierto.

Cuántas cosas no quisimos ser de niños: atletas, artistas, doctores, arquitectos, maestros. Hasta Presidente de la Nación, como diría Miguel Mateos. Yo sabía que en los entrenamientos y en los partidos de la escuela, había otros mucho mejores. Pero en mi mente los derrotaba, ninguno se comparaba conmigo. Y supongo que así ocurre con quienes al final sí se atreven, con los que se dejan de tantos rodeos en la cabeza y se van a probar y a partir la cara en un equipo de verdad.

Por lo menos tres niños de mi equipo poseían todas las aptitudes para convertirse en profesionales. Yo lo veía, y el entrenador, y seguro sus papás. Con el tiempo les perdí la pista. Nunca leí sus nombres en ninguna alineación en la tele, supongo que acabaron impresos en tarjetas de presentación corporativas. “No se trata entonces de ser el mejor”, deduzco. “El secreto está más bien en atreverse, en ser en la vida real aquella persona con la que nos emocionamos al soñar”.

Yo sí soñé varias veces, debo confesarlo, con ser Presidente. En mi adolescencia y todavía de repente cuando leo algunas noticias. “¡Puta madre, ¿en serio no hay quien lo haga mejor?!”, me pregunto y me aflijo. Si yo fuera hoy Presidente, le diría en estos instantes convulsos a los restauranteros: «Todos preparen sándwiches, tortas, caldos de pollo, platos sencillos. Se los compraremos todos para quienes se quedaron sin nada».

 A las personas que ejercen la prostitución y se les desplomó asimismo su giro, las contrataría para leerles cuentos en línea a los niños. A las transexuales, específicamente, para que le cuenten sus historias a los ancianos en los asilos. Ambos, de seguro, se sienten solos, incomprendidos. Las historias, de cierto modo, sanan, y la de cada quien podría ser una novela si le escarbamos. Todos, por descabellado que suene, nos parecemos.

 

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Daría un discurso en cadena nacional por el inicio de año en el que primero trataría de reconocer mis propios errores. Nadie es perfecto, somos humanos, y si llegué a Presidente significaría que quizá no fui el mejor, sino el que más deseaba hacer algo por este país, aunque después me haya equivocado. Como algunos futbolistas, cuando en medio del éxito les gana la fiesta, pierden el nivel y hasta fallan los penaltis.

«Ni modo, usemos todos cubrebocas. Estaremos con las caras tapadas, así que tendremos que ondear las manos como banderas para saludarnos a la distancia. Es tiempo de alzar la voz, no dejemos de desearnos buenos días y de decirnos lo importante, los sentimientos. Hoy más que nunca necesitamos unirnos. Es tiempo de que jóvenes y grandes demos el ejemplo. Es tiempo de ser todas esas personas que jugábamos a ser de niños. Es tiempo de ser los atletas que ganaban las Olimpiadas en sus patios, y los doctores y bomberos solidarios en que nos disfrazábamos. Es tiempo de ser la mejor versión de nosotros mismos. Es tiempo de volver a ser un solo equipo, porque nuestro país nos necesita a todos. El año apenas comienza, démosle forma juntos. Es un honor ser su Presidente». Y concluiría mi mensaje a los mexicanos con este video que realizamos en mi Palacio Nacional ilusorio:

En los altavoces de las ciudades pondría canciones armoniosas, que devuelvan la calma y levanten los ánimos a mujeres, hombres, niños y adultos: Schumann, Mozart, Grieg, Debussy, Morricone, Los Ángeles Azules, La Sonora Dinamita y la Santanera, Juan Gabriel, Los Beatles, Consuelo Velázquez, Caifanes, Bowie. Al atardecer, cerraría, quizá, con nuestro himno, dedicado a quienes han ganado medallas, para inspirar a los que aspiran a ellas, a los que salvan enfermos, a todos aquellos que quieran volver a sentir el país en las entrañas, en sus adentros.

 Pero bueno, bendito Dios, el de la silla presidencial y lo político es un sueño cada vez más esporádico. Ahora ya casi solo sueño con escribir y con tener una casa tranquila en el campo.

Estoy en TwitterFB e IG como @FJKoloffon. Y trabajo en La Novelería.

[“Si yo fuera Presidente“, texto publicado hoy en el periódico El Universal: https://www.eluniversal.com.mx/opinion/fj-koloffon/si-yo-fuera-presidente]

Si yo fuera Presidente (El Universal)


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