Cuántas vidas no terminarán como debían a causa de las adicciones y vicios. Cuántos deportistas no alcanzarán la gloria, ¿o cuántos van a despilfarrarla? ¿Cuántas novelas se quedarán a medias en las computadoras o en la mente de sus creadores? Cuántas personas no lograrán sus cometidos, consecuencia de los malos hábitos. ¿Cuántas lumbreras habrán de apagarse?, lo mismo que tantas miradas que algún día fueron electrizantes. ¿Cuántos genios morirán sin habernos mostrado su brillo?
El fin de semana vi otra película que me hizo vibrar: The Tender Bar (ya parece que más bien me dedico a reseñar películas y no a hacer relatos de corredores y deportistas, pero al final —ya verán— todo se relaciona). Me gustó especialmente porque trata de un joven (J.R. Moehringer) que pretende convertirse en escritor y sus dificultades para conseguirlo. En segundo plano cuenta la historia de su padre, un tipo con una voz espectacular que cautivaba a quien la escuchara, y al que se le refiere sólo como “The Voice”.
The Voice trabajaba como locutor de radio. Nunca se hizo cargo de J.R., quien buena parte de su infancia lo buscó en las distintas frecuencias donde solía presentar el Top 40 con esa apabullante y misteriosa voz. Dada su poca estabilidad, a cada rato cambiaba de estación y alguna vez regresó a buscar al pequeño J.R. y a su madre para ver si vivían juntos. Sin embargo, el tipo se puso una borrachera de aquellas y la cosa acabó peor. Le pidió dinero prestado al Tío Charlie, a quien J.R. quería como a nadie, y acto seguido le dio una golpiza.
—Pero a pesar de todo eso —le confesó el tío Charlie a J.R. varios años después—, cuando pienso en él lo primero que recuerdo es esa voz inigualable, esa reverberación única, esa fuerza. Y ahora que soy más viejo me pregunto cuál fue el maldito problema, por qué acabó así. Y si…
¿Cuántas voces habrán de extinguir el alcohol y las drogas, cuántas historias?
También este fin de semana me encontré con una publicación en un grupo de corredores que me estremeció, un hombre de 50 años que celebraba diez de sobriedad y de correr: “Me encontraba camino a la destrucción, pero decidí cambiar de destino. Hace poco un conocido me dijo que él únicamente correría para salvar su vida, y yo le dije que eso precisamente hago. Siempre sentiré gratitud por esta decisión”, escribió junto a su fotografía del antes y el después.
Estoy cierto que, cuando sabes cuál es tu camino, correr te ayuda a llegar a tu destino (más a quienes tendemos a desviarnos). No paren de correr y vean la película de J.R. Moehringer, ganador del premio Pullitzer y escritor de “Open”, la biografía de André Agassi.
Al final todo se relaciona: la vida, los deportes, los libros, las películas, los acontecimientos.
Estoy en Facebook, Instagram y Twitter. Y trabajo en La Novelería y en Koloffon Eureka.
Columna publicada en el periódico El Universal.