Perder el estilo (y recuperarlo).


Muchas cosas se han perdido estas semanas: la salud, la tranquilidad, el sueño, viajes, negocios, trabajos, hábitos, la pareja y hasta la condición física, en el caso de muchos deportistas y atletas de alto rendimiento. Pero lo que sin duda nos quitó el Covid19 a todos por parejo, es el estilo. 

Hace dos meses no me pongo un pantalón. Vivo en bermudas y me pongo las más percudidas, pues guardo las más presentables para una mejor ocasión. ¿Habrá una próxima vacación? ¿Y un mejor momento? A pesar de esta confrontación con la muerte que supone el virus, no me he podido deshacer de esta mala costumbre de postergar lo mejor para después, para “el momento indicado”. 

La cosa, como les decía, es que del estilo no queda ni rastro. El sábado a las 12 de la noche saqué al perro a hacer pipí al poste de la otra acera —porque también se han perdido los horarios— y cuando me vi en bata y pantuflas en plena calle, ni siquiera me importó que pudiera aparecer Marina de Tavira, la nominada al Óscar, mi vecina de enfrente. 

Poco antes de este relajo, el perro se nos escapó y ni nos dimos cuenta. Al rato sonó mi celular (grabado en la placa del Simón) y un hombre, muy amable, me dijo que lo había encontrado y lo tenía afuera de su casa. Salí, y a unos metros de nuestra entrada, Diego Luna detenía a mi perro escapista. Así me enteré que eran mis otros vecinos (de los del ping-pong escribí la semana pasada). 

Pero de lo que pretendo hablar es del estilo para correr. Soy tan ordinario que, además de raparme como la ridícula mayoría, me dio por subir videitos absurdos a mi instagram, uno de ellos en la bendita corredora eléctrica que rentamos. Si algo me deja claro esta cuarentena es que ya casi soy un calvo más del montón —la trasquilada acabó de revelármelo— y que mi estilo para correr es lamentable. 

(Nótese el curioso estilo y, sí, la pelona)

Ya me lo decía mi coach, especialmente en la pista: «¡Ese braceo, Koloffon! ¡Hay que impulsarse con los brazos! ¡Súbelos más!», me grita cada 400 metros, y yo trato. Luego un tipo que ni conozco supe que dijo: «Qué bárbaro ese guey, si corre así de feo y es bastante rápido, no quiero imaginar si mejorara su estilo». No es un secreto, lo sé, lo siento, casi puedo verme desde afuera, aunque me cuesta.

El domingo, arriba de la caminadora, me dije: “Hay que reinventarse: ¿Y si mejor marchas?”. Enseguida pensé en Canto y González y empecé a marchar con un estilo bastante digno, mientras recordaba ese sueño donde gané medalla de oro en caminata en las Olimpiadas.

Estoy en Twitter, Instagram y Facebook como @FJKoloffon

Columna publicada en el periódico El Universal.


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