La sociedad de los que voltean a otro lado.


Si algo nos dejan finales de película tan conmovedores como el de “La sociedad de los poetas muertos”, es un sentimiento de fraternidad y esperanza, eso que tanta falta hace a este mundo donde se supone que vinimos a ser hermanos. 

Tras sufrir diversas injurias e injusticias, su protagonista, el profesor Keating, es arropado por sus alumnos en un acto inesperado y solidario que a mí me hizo llorar, pararme del sillón y subirme a mi pupitre imaginario al son de “O Captain! My Captain!”, que entonces, absolutamente emocionado, juré proferir cuando presenciara algún atropello. 

Abro así esta columna no solo porque el fin de semana vi “Jojo Rabbit”, sino porque el domingo, en Portugal, en pleno siglo XXI, la afición del Vitoria de Guimaraes se dedicó a gritar insultos racistas a Moussa Marega, jugador del Porto, actual club del Tecatito Corona y donde antes jugaron Héctor Herrera, Layún y Diego Reyes.

Esto no es nuevo, pero lo de ayer cobró especial relevancia, pues al minuto 70, poco después de marcar un gol, Marega abandonó el campo harto de las afrentas del público y a pesar de la insistencia de compañeros y rivales para permanecer en la cancha.

Pero yo necesitaba ver a los futbolistas respaldar al maliense, no convencerlo, y abandonar juntos el partido en una muestra de repudio sin precedentes a esta denigración sinsentido que mucha gente no consigue aún sacarse de las venas a pesar de que la sangre de todos es del mismo color. 

—Dibújame dónde viven ustedes los malévolos judíos —le ordena Jojo a la bella chica judía que descubrió escondida en las paredes de su casa, y quien en respuesta le devuelve un dibujo de su cabeza despeinada—. ¿Pero por qué dibujas mi cabeza?
—Porque ahí vivimos.

¿Será que un día lograremos sacarnos tantas tonterías de la mente? Como reza Pink Floyd en “On The Turning Away”, vivimos en un mundo que todos compartimos, donde ya no es suficiente mirar, ponerse de pie y voltear a otro lado. Es hora de levantar la voz y suspender partidos. Es tiempo de impedir que se propague el virus del racismo y otras tragedias de las que tanto sufre hoy también México. No podemos acostumbrarnos a saber de niñas asesinadas y desaparecidas. ¿O qué hace falta para paralizar a este país? 

Ya luego podremos jugar, bailar o lo que sea que nos haga sentir libres.

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Columna publicidad en el periódico El Universal.


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