Las historias que nos encuentran.


“Querido Paco, te tengo un personaje para la inspiración”, me escribió mi amigo Emilio Cano por WhatsApp desde Australia, adonde fraguó su escape permanente una mañana mientras corría en Chapultepec harán diez años. Su historia fue una de mis primeras columnas, y trató, precisamente, del corte de caja que hizo a su vida para emprender el viaje de su búsqueda a Oceanía: “Walkabout (camino a uno)”.  

El camino a uno.
Emilio Cano y Giselle Barrero con su perro en Australia: Walkabout

Admiro a esa gente que un día dice “me voy a ir” y al otro te enteras que ya se fue, a esos aventureros que sí se atreven, como Emilio o como quienes a él inspiran. “Se llama Cliff Young”, y continuó escribiendo. “Antes de venir a Australia había leído algo de él, ya aquí traté de investigar más pero sólo encontré lo mismo que vi antes en internet y Youtube”.

Según Wikipedia, el ultramaratón Westfield fue considerado el más brutal de todos los tiempos. Los corredores más extremos del orbe se preparaban durante todo un año para poder completar en un máximo de siete días los 875 kilómetros que separaban el estacionamiento del centro comercial Westfield Parramatta, en Sydney, del estacionamiento del centro comercial Westfield Doncaster, en Melbourne. Esto es el equivalente a 21 maratones en menos de una semana. 

Y si aquello parece completamente absurdo, en 1983, en la línea de salida, ocurrió algo aun más difícil de creer: entre aquel imponente grupo de competidores temerarios surgió un hombre chimuelo de 61 años con overol de trabajo y botas de hule para lluvia, el campesino de patatas Cliff Young. La presencia de aquel extraño individuo enseguida llamó la atención de sus adversarios y también de la prensa. “¿Está consciente de que esto puede causarle un infarto?”, le preguntó una reportera, a lo que le respondió que en las tierras donde creció no habían caballos ni vehículos, por lo que en varias ocasiones cuando pegaban las incesantes tormentas tuvo que pastorear y perseguir vacas y borregos durante dos y hasta tres días consecutivos, por lo que él pensaba que sí podría lograrlo.

Cliff y reportera
Cliff y reportera

“Después de algunos años de que nos mudamos aquí, un día fuimos a conocer un pueblo muy chiquito que se llama Warburton, una comunidad aborigen de menos de mil habitantes en la parte occidental de Australia”, prosiguió Emilio en nuestra ventana del celular. “Estábamos caminando por una de las calles y decidimos entrar a una tienda de antigüedades muy curiosa. Podrás imaginar mi sorpresa al descubrir en una mesa abandonada de madera el libro de Cliff”. 

Cliffy's Book
Cliffy’s Book

La primera noche, con una ventaja de 12 millas sobre Cliff, los corredores exhaustos pararon a dormir. Todos excepto el granjero de overol. Siete horas después, al amanecer, ya no alcanzaron a verle el polvo. Cliff si acaso se detuvo a descansar para hidratarse, comer y estirar las piernas, pero no durmió y llegó a Melbourne dos días antes de lo previsto. “Me puse a imaginar que perseguía borregos, me gusta terminar lo que empiezo”, le contestó el granjero diagnosticado con artritis a otro periodista luego de cruzar la meta. 

Forest y Cliff
Forrest y Cliff

Si uno ve esta fotografía sin duda podría aventurarse a suponer que el incansable personaje de Forrest Gump bien pudo inspirarse en el increíble Cliff Young, el australiano que corría con botas de hule para la lluvia y que cosechaba papas. 

“Al abrir el libro me di cuenta de que estaba firmado por Cliff, así que le pregunté a la señora de la tienda si estaba consciente de que eso le daba un valor especial. Ella me dijo que seguramente lo había firmado para mí”.

Los mejores deseos de Cliff
Los mejores deseos de Cliff

Como dicen por ahí, son los libros y las historias las que nos encuentran a nosotros.

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Columna publicada en el periódico El Universal.

Columna publicada en el periódico El Universal
Columna publicada en el periódico El Universal

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