«Esa parte de mi vida se llama “felicidad”», escribió Valente Mendoza en su instagram al pie de la fotografía donde cruza en primer lugar la meta de los 400 m de la Universiada Mundial de Nápoles, apenas el 10 de julio pasado.
Desde su casa en Guadalajara, pegado al televisor y cronómetro en mano, Leo lo vio completar aquella vuelta triunfal a la pista del Estadio San Paolo. Aunque fue una carrera rápida, en la que Valente incluso rompió su marca personal, para Leo, su querido coach, todo pasó como en cámara lenta.
Tanto que regresó el tiempo once años atrás, precisamente a aquella mañana cuando al llegar a la Unidad Deportiva Revolución para entrenar a sus deportistas, a la distancia escuchó a una pareja dar el grito de salida a un niñito que sin dudarlo arrancó a toda velocidad por el carril uno. Era la familia Mendoza, que por mera curiosidad quería tomarle el tiempo al pequeño Valente.
Leo, siempre con su cronómetro al cuello y con esa pasión que le brota del pecho por las carreras, hizo lo propio. Al detener su reloj, adivinó que ahí había algo (casi como adivina cuáles serán las marcas de sus atletas al final de una temporada de entrenamientos). Los padres de Valente le creyeron y aceptaron que lo preparara, con una condición: “Que no entrene demasiado fuerte sino hasta que se desarrolle, no vaya a ser que no crezca”.
Hoy, Valente mide 1.94 y su larga zancada le permitió rebasar a los punteros en la recta final de la Universiada, una competencia que se distingue como la antesala de los grandes campeones. De inmediato fue a pedirle a la gente de la delegación mexicana la misma bandera con la que también media hora antes festejó Paola Morán su oro en la rama femenil. Valente la había empacado desde Guadalajara en su maleta, por si acaso. “Eso veía desde niño, a los ganadores envueltos con orgullo en la bandera. Y soñaba hacerlo”.
Ojalá que estas líneas sirvan para que Valente encuentre un apoyo económico del gobierno (pues como no compitió en los Panamericanos no lo tiene), ojalá se le acerque una de esas marcas que apuestan y creen en México, ojalá vaya a Tokyo y, también, ojalá que lo acompañe Leo.
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Columna publicada en el periódico El Universal.