No es raro quererse cambiar por otra persona. No siempre somos quienes queremos. Quién no se ha preguntado en algún salón entre mucha gente o en cierto evento: “¿Quién será aquí el más millonario de todos? ” O el más feliz, da igual, pues yo digo que debe ser casi lo mismo, aunque quién sabe. Y, mientras tratas de ubicarlo con la intuición, te preguntas: “¿En serio quisiera ser él?”.
¿Quisiéramos realmente ser otra persona por la circunstancia que sea? ¿Estaríamos en serio dispuestos a ser alguien más?
Recuerdo cuando me iba a dormir de niño a casa de algún amigo y de pronto, a la hora de la cena, me impactaba la realidad. Las familias de mis propios amigos eran tan distintas a las mías que, a veces, mientras nos lavábamos los dientes, deseaba irme más bien a mi propia cama. Los papás se relacionaban tan distinto a los míos que, no importaba que incluso se trataran mejor, yo quería teletransportarme a mi lugar y pernoctar con los míos, escuchar los ruidos a los que estaba familiarizado, respirar el olor de mi propia almohada.
Lo cuento, pues, a mis 47 años, este fin de semana regresó el pensamiento, el sentimiento o la duda. Incluso, el deseo: quisiera cambiarme por tal o cual hombre o mujer.
Vi en redes sociales a demasiada gente en aviones, en el Maratón de París y en el medio de Berlín, y me hizo daño. Se los digo en serio, pocos humanos en el planeta desearían estar ahí tanto como yo. Es como si los que fueran me hubieran ganado una partida o una apuesta, como si yo hubiera sido derrotado. Si tienes claro que quieres estar en cierto sitio, corriendo en la ciudad más esplendorosa del mundo, cómo no vas a querer cambiarte por quien está allá, ¡cómo no va a darte envidia!
Lo peor es que me tocó ver también a muchos conocidos en partidos de futbol en la Premier League de Inglaterra, en Alemania en la Bundesliga, en la Serie A italiana, ¡y yo viendo aquí a un árbitro recetarle un rodillazo en los testículos a un jugador del León! ¡Pues uno no es de palo, claro que quisiera largarme al primer mundo ahorita mismo! Pero, bueno, esta vacación me tocó quedarme acá, con la incógnita de si mañana circulará o no mi coche por una posible contingencia.
¿Por quién se cambiarían ustedes si tuvieran el chance? ¿Asumirían las consecuencias? ¿Renunciarían a lo poco que supuestamente tienen por todo aquello que se supone tienen los demás? ¿Lo dudarían? ¿Por qué será que estamos acá con este rostro y apellido?
Estoy en FB, Twitter, IG y LinkedIn como @FJKoloffon. Y trabajo en La Novelería y en Koloffon Eureka.
Texto publicado en la columna “Don’t Stop me Now” del periódico El Universal.