La lejanía de las guerras cada vez nos alcanza más. Hoy no sólo podemos seguir de cerca las osadas intervenciones y los movimientos estratégicos del presidente ucraniano en su Twitter —quien minuto a minuto se gana el respaldo del mundo a costa del tiránico Putin—, asimismo tenemos la posibilidad de ver en tiempo real cómo todos los países le van cerrando sus cielos a los aviones rusos, o a los distintos bancos centrales dejar fuera del sistema de operaciones financieras internacionales al Banco de Rusia. La FIFA expulsó a Rusia del Mundial de Qatar y al Spartak de Moscú de la Europa League.
En estos tiempos oscuros, las guerras se viven también, con algunos atisbos de luz, en los estadios de futbol. En la Premier League de Inglaterra —donde militan varios jugadores de Ucrania—, los públicos del Everton y del Manchester City se unieron en una ovación a sus respectivas estrellas, Mykolenko y Zinchenko, cuando ambos rompieron filas en pleno calentamiento y corrieron a abrazarse al centro de la cancha, como si se hubiera descubierto el uno al otro con vida en medio de la batalla.
En septiembre pasado, Yuri Vernydub, del modesto Sheriff Tiraspol moldavo, pasó a la historia del futbol tras ganarle al Real Madrid en el Santiago Bernabéu (1-2). Nadie hubiera imaginado que, meses después, este director técnico ucraniano estaría más bien vistiendo el uniforme de su ejército para ayudar a defender a su país. Apenas ayer, la tenista Elina Svitolina, sembrada 15 de la Women’s Tennis Association, antepuso sus principios y convicción de que su nación requiere muestras de apoyo para condenar las transgresiones rusas a la soberanía de su tierra, y renunció a participar en el Abierto de Monterrey en protesta.
Supongo que, así como los atletas, de igual modo habrán escritores que depusieron sus relajados atuendos literarios por las armas. O sus escritorios y las vistas de sus ventanas, sus fotografías familiares y sus pocas o muchas comodidades y pertenencias, además de la inspiración. Profesionistas, académicos, obreros, cineastas y músicos. ¿Dónde estarán ahora? ¿En el campo de guerra o aterrorizados en sótanos como en la Segunda Guerra Mundial? ¿Cómo es posible que vivamos esto en pleno siglo XXI? Lo peor es que lo mismo habrán pensado allá en 1940, pues esto no es un asunto de tiempos, sino de salirse de toda lógica, independientemente de la época.
Wrong song. ❤️??❤️ https://t.co/Hxk67hWqEr pic.twitter.com/xiY122E9CW
— Duncan Jones (@ManMadeMoon) February 25, 2022
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Columna publicada en el periódico El Universal.