Casi todos los fines de semana se corre algún maratón y las ciudades se convierten en una celebración de la vida. Son cientos y cientos de corredores los que emocionarán incluso a los más callados, y son miles de personas las que saldrán de sus casas para convertirse en animadores y testigos de una de las fiestas más inspiradoras a las que pueda asistir el ser humano. No cualquier día uno ve a tantas mujeres y hombres juntos dando su mayor esfuerzo y sacando lo mejor de sus adentros para cumplir una meta tan plausible: superarse a sí mismos.
Por ello, quiero compartir algunos consejos que a mí me han servido para hacer de esta una experiencia mística que va más allá de una simple carrera:
1. El despertar: al abrir los ojos, ábrase al mismo tiempo a un día fuera de lo común y agradezca, al dios de su preferencia o a usted mismo, la posibilidad de disfrutarlo.
2. La calma: evite las prisas, ya bastante habrá de correr. Arrancar en paz es reconfortante.
3. Los corrales: los rápidos van hasta adelante, los más lentos parten de más atrás. Y lo mismo con los carriles, el izquierdo es para los veloces. Respetemos, seamos civilizados.
4. Los buenos deseos: justo antes del disparo de salida, mire a los ojos a los corredores de sus lados y deséeles buen camino.
5. La línea azul: es el camino amarillo de los corredores, así que, espectadores: despejémosla. Es importante mantener libre el trazado del recorrido y no cruzarse por donde avanzan los maratonistas. Muchos entrenaron meses para romper sus marcas.
6. Gritar los nombres: quienes vayan a apoyar han de saber que, casi siempre, en los dorsales de los corredores viene su nombre incluido. ¡Grítenles, anímenlos, impúlsenlos! Lo mismo que el contacto a los ojos, el llamar a una persona por su nombre, conecta. Y, si no aparece su nombre, se vale decir algo que los hermane, por ejemplo: «¡Vamos, mi chingón! O mi chingona, según sea el caso, claro.
7. Levantar los brazos: los que completen los 42.195 kilómetros y crucen la línea final, alcen las manos sin vergüenza alguna para acabar de convertirse en ese glorioso puente que somos y que une el cielo con la tierra.
8. Corra: a abrazar a todas las personas que hayan aparecido en su mente y su corazón durante la ruta.
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Columna publicada en el periódico El Universal.