Morir haciendo lo que amas.


Para morir haciendo lo que amas, antes te debes haber asegurado de dedicar buena parte de tu vida a lo que sea que te mantenga con el jubiloso deseo y la ilusión auténtica de vivir.

No cualquiera hace de su vida lo que quiere, como lo hizo desde temprana edad Juan Stenner Escalante, quien pudo dedicarse unos años de tiempo completo al atletismo, llegando a representar a México en los 400 metros con vallas en los Juegos Panamericanos de Guadalajara, en 2011.

Juan en los Juegos Panamericanos de Guadalajara

El domingo, a eso de las ocho de la mañana, Juan perdió la vida haciendo lo que más amaba: correr. Poco después de cruzar la meta del Medio Maratón de la Ciudad de México con los brazos y la mirada en alto —en señal de triunfo y agradecimiento—, el atleta de 32 años se desvaneció y su corazón se detuvo. A pesar de los intentos de los socorristas, él siguió su camino.

Yo, que gusto de correr y participo en carreras seguido, sé que en cualquier momento puede suceder. “Dios, permíteme terminar”, le digo a veces consciente de mi inconsciencia, de mis malpasadas y desvelos, sabedor de que mis pocas horas de sueño podrían tener consecuencias fatales y de que tendría que ser más cuidadoso. Sin embargo, quienes conocieron a Juan, dicen que él sí era un hombre ordenado, riguroso con los horarios, el reposo, la recuperación y, en general, la disciplina.

Juan Stenner, querido por muchos

Morir, aun en las circunstancias más honorables y épicas, no deja de ser un misterio y, sobre todo, una tragedia. Pero, si lo vemos desde una perspectiva romántica o poética, qué glorioso irte haciendo lo que te gusta.

Supongo que será desconcertante, pues en casos como el suyo la línea divisoria entre uno y otro plano debe ser muy confusa. Cuando te dedicas a aquello que te realiza y de cierto modo habitas tu propio paraíso, una vez llegada la hora, ¿cómo distinguir dónde te encuentras?…

“¿Qué tan diferente será allá? ¿Y cómo se llega?”, me pregunto.

Quizá para nosotros los corredores no existe el famoso túnel de luz, sino que más bien se trata de una cuesta. Una empinada, por supuesto, como en las que se entrena en el Bosque de Tlalpan, por ejemplo. Ir al cielo, o a donde uno crea, es de subida.

Juan en sus entrenamientos en Villa Olímpica, CDMX

Mi más sincero y cariñoso pésame a la familia, a los amigos y a la gente que más quiere a Juan. Tengan la certeza de que en estos sus últimos 21 kilómetros estuvieron cerquísima de él, pues en las carreras a los corredores nos acompaña nuestra gente, los verdaderamente nuestros. Kilómetro a kilómetro, uno por uno, van apareciendo en nuestro interior, y su presencia se vuelve más clara y contundente conforme aumenta el esfuerzo.

Aunque no lo sepan, ustedes nos impulsan, nos aplauden, nos emocionan, nos sacan hasta las lágrimas y sonrisas que se alcanzan a asomar entre los gestos del agotamiento.

Les aseguro que corrieron ahí con él.

Corrieron ahí con él

Estoy en FBTwitter, IG y LinkedIn como @FJKoloffon. Y trabajo en La Novelería y en Koloffon Eureka.

Texto publicado en el periódico El Universal.

Morir haciendo lo que amas

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