Hoy dos grandes amigos me invitaron a comer al piso doce de su oficina. Camino al lugar pensé muchas cosas dentro del coche, llevo varios meses con una necesidad profunda de cambio y el trayecto me sirvió para darle algunas vueltas a esa sensación que cada vez se transforma más en sentimiento: es hora de atreverse.
Todavía no sé a qué, lo único que tengo claro es lo que ya no quiero. Eso ya es en sí un gran avance. Quiero darle un giro a mi vida, el lugar donde estoy es muy cuadrado y no quiero acostumbrarme a pensar en línea recta. Es el momento.
Cuando oprimí el botón del elevador para subir al comedor, de pronto me observé en el espejo. Miré mi corbata y pensé que quizás se burlarían, pues, como buenos amigos que se quieren, nos llevamos pesado y difícilmente pasarían por alto un estampado rosa con abejas y flores azules.
Pero de inmediato regresó a mí esa confianza que he invocado en este tiempo y me sentí seguro. Estoy entrenándola para que vuelva al primer chiflido cuando se aleja, como perro fiel. Por supuesto que esa convicción iba más allá de la vestimenta, fue una certeza que sentí en el espíritu.
Por fin se abrió el ascensor y entré.
—Hola —saludé a una señora de la limpieza—, buenas tardes.
—Buenas tardes —me respondió e hizo una pausa que concluyó al cerrarse las puertas—. Qué bonita está su corbata, se le ve muy bien.
—Muchas gracias —le contesté atónito mientras subíamos—. Enserio se lo agradezco —alcancé a añadir en medio del desconcierto, maravillado con lo increíble que puede ser la vida y lo asombroso de su sincronía.
—Es un color precioso —insistió la emisaria de la dimensión del misterio—, de verdad le queda perfecta, póngasela más seguido —y se bajó un piso antes del mío.
Enseguida cogí mi corbata, la analicé por un instante y como por arte de magia se convirtió en mi favorita.
Mi corbata. was originally published on FJ KOLOFFON
