Tengo un amigo de la Universidad Iberoamericana, que hoy es notario, que antes de nuestro último examen de la carrera me contó que lo que realmente deseaba ser en la vida era locutor de futbol. Yo quería ser escritor, pero, a diferencia suya, no me atrevía a decirlo.
Entonces no entendía cómo alguien querría dedicarse a narrar lo que acontece en una cancha, y creía que quien llegaba a esas instancias era por devenir del destino o por mera casualidad, pero no por su propia determinación. Había que tener muy buena memoria para aprenderse los nombres de todos los jugadores y, luego de cursar Derecho Romano, todo lo relacionado con retener información me parecía aterrador.
El relato del gol de #Lozano desde nuestro puesto en el estadio. @DIRECTVSports #ElMejorMundialDeLaHistoria pic.twitter.com/ujbGrTIZxN
— Pablo Giralt (@giraltpablo) June 17, 2018
Esto sucedió hace veinte años, cuando los teléfonos no tenían cámara, cuando la gente no vivía obsesionada por grabarse o alcanzar el millón de views, cuando no podíamos ver a un narrador español de radio o a uno argentino de televisión vueltos locos gritar con euforia y pasión un gol de México, cuando yo no había visto nunca la pasión con que un hombre es capaz de describir trazo a trazo el rumbo de una pelota que termina por sacudir una red y a una nación, así como tan espectacularmente lo hace Turi Tollesson, el narrador de futbol más querido de la televisión islandesa.
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— Trillones [Polo Vega] (@trillonesmx) June 17, 2018
Turi nació hace 42 años en la pequeñísima población de Kirkjubaejarklaustur, que hoy tiene 550 habitantes y una sola escuela, una fábrica, una peluquería, un parque, una cancha de futbol y un bar, el Systrakaffi, donde la gente se reunía a beber cerveza y a ver futbol alrededor de la única televisión que había por aquellos días allá.
A sus seis años, el parlanchín de Turi sabía nombre, apellido y posición de todos los jugadores de la incipiente pero apasionante liga amateur de Islandia, y los comensales del Systrakaffi se la pasaban callándolo porque invariablemente narraba los juegos con tanta pasión que no les dejaba escuchar la transmisión, así que mejor le prohibían la entrada al niño que de pronto analizaba las jugadas mejor que los expertos.
Una buena tarde de tormenta en Kirkjubaejarklaustur, un relámpago pegó sobre la azotea del Systrakaffi en la antena de la televisión. Tras el estruendo dejaron de oírse para siempre las bocinas del aparato, así que el dueño corrió a buscarlo para que narrara el juego y la clientela continuara entretenida. Nadie reparaba televisores en el recóndito pueblo, así que Turi pasó años locutando los partidos en el recóndito bar al que un día, por mera casualidad, llegó Jón Þór Birgisson, director de la RÙV, la televisión pública de Islandia, quien no pudo hacer otra cosa que pedir una cerveza cuando observó a todos los ahí presentes embelesados no tanto por el futbol, sino por la narración excelsa de Turi Tollessen, quien apenas las semanas pasadas estuvo a cargo de la locución de los primeros partidos mundialistas de la selección islandesa en Rusia para aquella cadena televisiva.
Turi estará también a cargo de los micrófonos en la final del Mundial que se podrá ver y oír en las pantallas de todo el mundo, incluido el renovado bar Systrakaffi, donde los habitantes de Kirkjubaejarklaustur seguramente se reunirán para ver el futbol, pero, especialmente, para escuchar a su pequeño y grandioso amigo.
Aquella vez que mi compañero de leyes habló de su pasión por la locución, me prometí en silencio que si un día conseguía entenderla, escribiría una historia al respecto, tal vez un cuento.
Gracias a quienes le ponen voz y palabras al deporte más fascinante del planeta.
Columna publicada en El Universal: El maravilloso caso de Turi Tollesson
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