Los procter mexicanos.


Quién no recuerda aquel spot de las Olimpiadas de Londres 2012: las mamás despertando a sus hijos para la escuela; preparándoles el desayuno; llevándolos más tarde a sus entrenamientos de gimnasia, de taekwondo o natación; lavando sus uniformes; curándoles lesiones deportivas y del espíritu a sus niños convertidos ya en adolescentes; remojando los trastes de la cena para volver a comenzar al día siguiente.

La pieza, dirigida por Alejandro González Iñárritu para Procter & Gamble, termina con una niñita que, luego de caer de la viga de equilibrio en una exhibición para papás, se prepara para dar un volapié que termina de completar convertida en una atleta olímpica. Con el oro en sus manos, corre a abrazar a su mamá, quien le aplaude con lágrimas de recuerdos en la tribuna.

Pues, a esa cautivadora historia, le ha ganado el Óscar la realidad de esta nueva generación de atletas mexicanos que fueron a los Panamericanos a sacarnos de lo profundo el orgullo dormido a todo un país ávido de anécdotas doradas y medallas inolvidables.

Daniel Martínez Estrada y su familia con ese cierre de película en los 5000 m; Paola y los Morán Errejón, que con las manos en chin mudra le arrebataron la plata a las favoritas; José Carlos Villareal y los suyos en los 1,500 m; Laura Galván y los dos mil habitantes de La Sauceda, Gto, que compitieron en dos finales en menos de una hora, con un oro épico; Mariana Arceo y sus incondicionales.

Cientos de mujeres y hombres (que no alcanzo a nombrar aquí) a quienes únicamente apoyaron sus familias, en una nación que poco enaltece el deporte, cuando es una de las pocas actividades, junto con las artes, que se recompensan con la gloria y que contagian de esperanza a los espíritus de quienes atestiguamos sus éxitos.

“Es como cuando te preguntan qué se siente tener un hijo, son cosas que las palabras se quedan cortas para explicar lo emocionantes que son”, me contó Rodrigo Ledesma, medallista en las últimas tres ediciones de los Juegos Panamericanos (como Paola Longoria, la máxima raquetbolista) en frontón.

Así, los procter mexicanos escucharon y cantaron en el pedestal más alto el himno de México, ese soundtrack de sus vidas que, si pudiéramos ver tras bambalinas, nos emocionaría tanto como a ellos. ¡Enhorabuena!

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Columna publicada en el periódico El Universal.


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