Las mañanitas de Tere López Cano.


 Hoy en la mañana —domingo cuatro de octubre, nueve horas con quince minutos—, platicaba tranquilamente con mi esposa cuando de pronto sonó mi teléfono.
Apenas dije “bueno”, una voz femenina adulta comenzó a cantar muy entonada las mañanitas. Para cuando iba en “se las cantamos así”, yo todavía no podía reconocerla. Su número no correspondía al de ninguno de los contactos guardados en mi celular y su voz no la tenía registrada entre mis conocidos.
Definitivamente no era mi madre, quien además de mi esposa y mis hijas —que todavía estaban dormidas porque han estado trabajando desde hace dos meses todos los días bastante duro y hasta muy tarde en sus ensayos de Annie—, sería la única persona capaz de marcar a mi celular para cantarme.
—¿Francisco?
—Sí.
—Muchas felicidades, Francisco —me dijo muy cariñosa y yo seguía sin saber ni quién era ni a qué se refería. Por un momento creí a que a la celebración de ayer por la primera comunión de mis hijas, pero yo qué, ya ni a misa voy los domingos.
—¡Muchas gracias!
—¿Sí sabes quién soy? —preguntó ante mi evidente desconcierto y prosiguió mientras yo trataba de ubicar su voz sin éxito—. ¡Soy Tere, Tere López Cano!
—¡Sí, claro, Tere! ¡Gracias, Tere! —y enseguida me alejé el teléfono y lo apreté con ambas manos para preguntarle a muecas a mi mi mujer que quién diablos era Tere López Cano.
Ella evidentemente esperaba otro tipo de reacción de mi parte, así que volvió a preguntarme si enserio sabía quién era o no.
—Hoy es santo de los Franciscos, ¿no? —dudó pero luego lo afirmó con seguridad—. ¡Sí, hoy es santo de los Franciscos, aquí dice en mi calendario!
—¡¿Tere López Cano, quién es?! —inquirí a Mayu de nuevo con el teléfono pegado a mi pierna derecha para que Tere López Cano no me oyera.
Y conforme continuaba en el intento de identificarla, le respondí que no era mi santo.
—Seguro es de otros Franciscos —porque hay varios Franciscos en el santoral en fechas diversas—, yo soy de los de hasta el cuatro de octubre.
—¡Francisco, hoy es cuatro de octubre! ¡Estas son las mañanitas…! —y mi primera reflexión fue acerca de lo endemoniadamente rápido que pasa el tiempo. ¡Cuatro de octubre!—. ¿Oye, me reconoces? Soy Tere, tu vecina.
Y sólo entonces le puse cara a su voz. En efecto, se trataba de mi vecina, vivimos casi pared con pared y es la representante de la manzana ante los colonos. Sin embargo, debo decir que prácticamente no tengo ningún contacto con ella, salvo la vez que nos presentamos e intercambiamos teléfonos y contadas ocasiones que hemos coincidido en el camellón, en las que, invariablemente, me pregunta cómo me llamo. En tres años que llevamos viviendo aquí, van por lo menos seis veces que me pregunta mi nombre. La última de plano le respondí, enfrente de mis hijas, que Marco Aurelio, porque ya me pareció demasiado que no sea capaz de aprenderse mi nombre, ni que fuera tan complicado: Francisco, de los del cuatro de octubre.
—¡¿Papá, por que le dijiste una mentira a la vecina?! —me preguntó Paula sorprendida—. Qué mala onda.
—Pau, porque siempre le digo mi nombre y nunca puede recordarlo.
“Por fin lo hizo y quiere resarcir su imagen”, pensé en el celular para mis adentros ante la mirada suspicaz de mi esposa, en lo que Tere López Cano entonaba por segunda vez las mañanitas.
—¿Sí vives en Chimalistac, no?
—¿Quien es, eh Paco? En domingo por la mañana y cantándote una mujer las mañanitas.
—¡Tiene setenta años, —le respondí a Mayu otra vez tapando el celular—, no friegues! —y al mismo tiempo le contestaba a mi vecina—. Sí, en Chimalistac, sí —y seguía absolutamente confundido con su llamada: nunca se acuerda de mi nombre, ¿y me llama para felicitarme por si santo? ¿Qué era eso?—. Soy Francisco tu vecino.
—Francisco Domínguez, ¿verdad?
—No, Francisco Marco Aurelio —le dije ya que lo había entendido todo—, pero también soy tu vecino.
—Mmm, no sabía que hubiera otro Francisco por acá. Creo que es una equivocación, hasta luego.
—Gracias por recordarme que hoy es mi santo, Tere López Cano, aunque nunca te acuerdes cómo me llamo —concluí cuando ella ya había colgado.

Hay días en que la vida, además de un regalo, es una simpática ironía.

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Felicidades a todos los Franciscos.

Las mañanitas de Tere López Cano was originally published on FJ KOLOFFON


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