La mente y el corazón.


—La cima más alta es la mente —respondió el alpinista a mi primera pregunta de la entrevista—, la mayor cúspide a la que un hombre aspira. Ni el Monte Everest la supera, por eso quien la conquista se convierte en el rey del mundo, en el dueño de su vida. La mente es la cumbre en la que piensa cualquier alpinista y para dominarla se necesitan años de entrenamiento y práctica. Vidas. El Pico de la Mente es el reto por excelencia de los montañistas y es el que justamente da nombre a esta región de cordilleras y valles, El Reino de la Mente.
—Existen doctrinas que sitúan al corazón por encima de la mente, ¿qué opina usted al respecto? —pregunté al escalador.
—En la vida hay discusiones sanas y dilemas sin sentido, el debate que usted menciona es un tema que desconozco a qué categoría pertenece. Lo único que al respecto puedo decirle es que la mente se conquista con el corazón y éste con la razón suprema que prescinde de entendidos. El corazón y la mente por naturaleza son amigos. Y entre amigos la estatura carece de importancia.
—¿A qué se refiere con que son amigos? —insistí en la discusión como típico periodista.
—Mire, mejor apague su grabadora y escúcheme bien —solicitó el alpinista y obedecí—. Hay muchas preguntas a las que uno mismo debe encontrar respuesta, sobre todo a las del espíritu. El día que alcance usted la cima, comprenderá que la mente la puso Dios arriba para inclinarse ante el corazón, para reverenciarlo, porque es gracias a sus agallas que se llega a la cúspide. Verá entonces que no es cuestión de alturas sino de corresponsalías y reposará la cabeza. Sólo allá arriba, donde las hazañas conquistan la cumbre del éxito, es posible confirmar que toda idea que la mente conciba, el corazón es capaz de parirla.

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(Texto extraído de la novela “El trompetista”)

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