La mejor versión de nosotros.


Si le pidiéramos a un niño que intentara ser mejor persona, si le imploráramos convertirse en la mejor versión de sí mismo, seguramente no entendería a qué nos referimos, ni mucho menos sabría cómo lograrlo, en el remoto caso de que fuera posible.
El estado natural de los niños es la autenticidad, de ahí que no conozcan mucho de versiones. Lo que nos distingue en la infancia es la conexión con nosotros mismos, la fidelidad a nuestros sentimientos y, sobre todo, al instante. Cuando un niño está sumergido en lo que hace, difícilmente voltea a ver o se pone a pensar en otra cosa. De ahí su sencillez y su capacidad de ser felices.
Ayer lunes pasé corriendo junto a un pequeño estadio de Ciudad Universitaria. A la distancia se oían los gritos. Yo no sé qué evento tenía lugar o qué pasaba ahí, pero la cancha estaba repleta de niños. Niñas y niños para aventar arriba. Fue entonces que caí en la reflexión: los niños no conocen de complicaciones, viven en concordancia con sus anhelos, en una correspondencia permanente con la vida, abiertos a dejar entrar y salir las emociones que a todos se nos presentan un día cualquiera. Ellos son, ya en sí, lo mejor que se puede ser.
Convivencia niños
De ahí viene la algarabía —pensé mientras el bullicio aumentaba y se volvía más cercano—, de la capacidad de entregarnos a nuestras acciones, de la sagrada congruencia, del juego, la diversión, de lo que amamos.
Pero luego nos vamos haciendo adultos y muchos empezamos a equivocarnos. Dudamos de nuestra propia sinceridad, nos traicionamos, engañamos a otros, nos distraemos, nos confundimos y dejamos de creer en lo que nunca debimos dudar.
Inauguración París 2024
Cuando escuché decir a uno de los presentadores (Tony Estanguet) de la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024, que estas serían dos semanas para que los hombres fuéramos la mejor versión de nosotros, entendí el porqué de la importancia del deporte para la humanidad, y la emoción que nos provoca vernos ahí a todos reunidos, como esos pequeños niños del pequeño estadio. El deporte hace eso, tiene ese efecto: nos acerca de nuevo a lo que somos, a nuestra esencia, a nuestras emociones, a nuestra verdad, a nuestra mejor versión.
Rafael Nadal, portando la antorcha olímpica en la ceremonia de apertura
Estos son días de gracia en que el deporte convoca al mundo entero a unirse, a pesar de la natural confrontación de la competencia. Y es que es un júbilo ver a los atletas intentarlo, reconocer la concentración y la confianza en la mirada de los nuevos y los experimentados, la entrega de la que hablábamos y la pasión que los conduce.
Luis Ramón ‘Monche’ Garrido, jugador mexicano de bádminton
Resulta conmovedor su sufrimiento, el dolor, las caídas, verlos levantarse, su gozo, el atestiguar cómo el ser humano es capaz de tocar la gloria y saber que, tanto quienes sí pudieron como los que no lo lograron, habrán de intentarlo otra vez.
Porque, por más que a unos nos cueste más trabajo que a otros, eso somos todos los seremos humanos: soñadores y perseguidores de nuestras propias gestas.
Contemplar tantas escenas así en las pantallas es como mirar un espejo en el que —no importa si somos no deportistas— nos reflejamos. Quizás por eso en el fondo no importa realmente tanto de cuál bandera son los triunfos, pues se trata de pequeñas victorias de la humanidad que de algún extraño modo nos pertenecen también a cada uno en lo individual. Por eso nos sacan lágrimas.
Arqueras mexicanas en éxtasis
No existe nada más inspirador en este planeta que el máximo esfuerzo de un deportista, o de cualquier persona. Exclusivamente se le equipara, a mi parecer, la máxima expresión de un artista, por eso el éxtasis de la memorable inauguración de las olimpiadas parisinas, la conjunción perfecta. Bendito deporte, bendita música, bendita pintura, bendito cine, bendita escritura. Benditas las fantásticas aportaciones de mujeres y hombres al mundo, tanto las reconocidas y afamadas, como aquellas que suceden al interior de las casas y de las que pocos saben.
La sorpresa
Que gocen todos de estas dos semanas únicas que son, en efecto, un pretexto extraordinario para volver a ser la mejor versión de nosotros (y gracias, Alberto Lati, por hacérnoslos más especiales con tu conocimiento y pasión).
Estoy en FBTwitter, IG y LinkedIn como @FJKoloffon. Y trabajo en La Novelería y en Koloffon Eureka.

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