En un mundo donde hoy no tenemos la claridad de si avanzamos o retrocedemos, quién no ha visto a últimas fechas en sus redes sociales ese video del caballo que, según, unos ven caminar hacia adelante y, otros, atrás.
“¿En qué dirección va el caballo? Si lo ves avanzando es probable que seas una persona de cerebro izquierdo (analítica, lógica y orientada a los hechos). Predomina, en cambio, el hemisferio derecho de tu cerebro si aprecias que retrocede (creativo, intuitivo, un pensador libre)”, se explica en la publicación de uno de tantos perfiles que han compartido el gif equino.
A mí me parece que retrocede, tal como he creído también ver pedalear en reversa al engreído que se subió a la bicicleta fija, a un lado de la mía, en el club. Esta temporada de entrenamiento rumbo a mi maratón, me ha supuesto muchos impactos y tuve que cambiar unos días la pista y el asfalto por una bici estacionaria para aliviar una periostitis tibial (un dolor marca diablo en la espinilla).
No me gustan, lo mismo que las caminadoras. Desde que me subo, aunque trato de imaginar que ruedo por el trópico o Suiza, ya quiero acabar. A quién puede gustarle subirse a un aparato de dos ruedas que no te lleva a ningún sitio. Estoy seguro que al tipo de junto tampoco, pues con su cara de pocos amigos no fue para devolverme el buenos días. «Bonjour» todavía insistí, un poco irónico, por aquello de que van varios franceses y otros que se jactan de serlo.
Pero ni se inmutó y mejor se puso a pedalear sin voltearme a ver. No le presté atención, pero luego de un rato creí percibir que ya no pedaleaba hacia el frente, sino que ahora sus piernas aceleraban en reversa. Me costó trabajo dilucidarlo, bien podía ir hacia adelante o atrás, así que disimuladamente me detuve a observarlo de reojo hasta que comprobé que, al igual que el caballo que apenas el día antes apareció en mi Twitter, el monsieur pedaleaba en sentido contrario.
A veces resulta inexplicable cómo algo que traes dando vueltas en tu cabeza, de pronto comienza a aparecer recurrente ante ti. Es un misterio que unos veamos unas cosas y otros otras. ¿Por qué unos avanzan y otros van en reversa? ¿Cómo es que hay quienes se esfuerzan y aparentemente no progresan? ¿Qué es avanzar y qué retroceder?
“Quizá todo sea más bien una ilusión óptica y sólo el de la mirada es capaz de distinguir su rumbo”, pensé ayer mientras corría —ya un poco más recuperado de las piernas— en el nuevo y deslumbrante Parque Ecológico de Xochimilco, al tiempo que contemplaba a mi mujer a la distancia, sin alcanzar a distinguir si venía en dirección a mí o si se alejaba.
Estoy en Twitter, FB e IG como @FJKoloffon. Y trabajo en Koloffon Eureka y en La Novelería.
Columna publicada en el periódico El Universal.