“Un 1500 metros, un 5000 o un 10 000 son muy duros, pero el maratón es épico”, me dijo mi coach al final de uno de mis últimos entrenamientos previo a esta carrera que llevo dos años esperando volver a correr: el maratón de París.
Y sí que lo es. Lo épico tiene que ver con la poesía heroica, con lo grandioso y extraordinario, con las gestas, las hazañas, lo glorioso y hasta lo sobrenatural.
Un maratón es un recorrido heroico, es la vida resumida en 42.195 kilómetros, una odisea y un viaje épico como los que refiere el mitólogo estadounidense Joseph Campbell, donde los protagonistas de toda historia legendaria —real o hollywoodense—, deben atravesar invariablemente por escenarios comunes que a continuación resumo, mismos que sin duda identifico en mi camino al Arco del Triunfo, no como un héroe, sino simplemente como un humano con un objetivo, que a veces puede ser mucho más conmovedor.
1. El mundo ordinario: si bien me gusta correr desde niño, luego de casarme pasé años sin ponerme tenis, viendo televisión y fumando.
2. La llamada de la aventura: tras años de matrimonio sedentario, mi esposa un día me dijo que tenía que hacer algo con mis sábados y domingos, y me regaló unos tenis.
3. Rechazo de la llamada: los aventé al fondo del clóset y los dejé ahí varios meses, cada que los veía me apesadumbraban.
4. La ayuda sobrenatural: tras varios reproches de mi mujer, una mañana decidí calzarme esos zapatos y correr aunque fuera un instante para darle gusto. A los cinco minutos me detuve exhausto y un corredor de unos 70 años me dijo: “Correr te cambia la vida”.
5. Cruce del primer umbral: a la mañana siguiente volví a salir y así hasta que recuperé el gusto, abandoné el cigarro y competí en una carrera de mi oficina en la que, sorprendentemente, quedé segundo.
6. El camino de las pruebas: rebasar aquella meta me llevó a otras. Acabé mi primer maratón CDMX en 4:24:59, el siguiente en 3:33:03 y después me inscribí al maratón de París 2017.
7. Odisea y caverna profunda: durante el entrenamiento acabé en una ambulancia, me rompí un disco de la columna. El doctor me prohibió correr de nuevo. Lloré como nunca. Fui a París, lo intenté y no pude. Abandoné y pasé un año sin hacer casi nada y hace seis meses volví a comprar un número dorsal y un boleto de avión a la ciudad de las luces. He entrenado como nunca, voy dos veces por semana a fisioterapia y volveré a intentarlo.
8. Recompensa, regreso a casa y transformación: he regresado a París, esta historia continuará y confío en que será de la mejor manera. El 14 de abril corro por segunda vez el maratón y, sí, esta vez será completo. Habré de contarles qué pasó [aquí una actualización con lo sucedido en mi segunda parte: ].
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Columna publicada en el periódico El Universal.