Basado en una historia irreal.
A sus 29 años, Denis Asamoah corría los 10 mil metros por debajo de los 28 minutos. Comenzó tarde su carrera en el atletismo, pero pronto se convirtió en la esperanza de Kunanda, la pequeña y desconocida nación africana que soñaba con tener un fondista que le arrebatara el protagonismo a Kenia y a Etiopía, sus países vecinos.
Todos los habitantes de Kunanda depositaron sus ilusiones en Asamoah, como era conocido desde niño, cuando repartía encargos a la gente para ganar un poco de dinero y ayudar a su familia. Por eso, la vez que lo atropelló un coche en la carretera durante un entrenamiento de distancia para el selectivo que seguramente lo llevaría a México ‘68, su país entero lloró.
La pierna izquierda se le partió en tres. Según el médico, jamás volvería a participar en una carrera. Asamoah no sabía hacer otra cosa que correr y tras su convalecencia vivió algunos años deprimido, perdido entre empleos que además de darle poco dinero le empobrecían el espíritu.
Una noche, mientras trabajaba distraído en una tienda como despachador, un hombre entró y robó dinero que Asamoah había olvidado guardar en la caja. Cuando se percató, el tipo huyó y, sin pensarlo, comenzó a perseguirlo. Le bastaron 100 metros para alcanzarlo y someterlo, pero la conmoción de aquel pequeño milagro hizo que lo soltara sin darse cuenta.
A los 33 años regresó a las pistas, aunque no para competir, sino contratado como liebre para asegurar que los corredores arrancaran a buen ritmo y lo mantuvieran en las primeras vueltas. A decir del médico, si acaso, y bajo su propio riesgo, su pierna podría resistir únicamente distancias muy cortas.
El 16 de enero de 1976, en los 10 mil metros de la Copa del Mundo de Atletismo, Denis Asamoah debía liderar los tres mil primeros metros y salir enseguida del tartán para dejar su lugar al segundo pacemaker. Sin embargo, para sorpresa de la organización, de los atletas y del público, el kunandés siguió hasta el final y cruzó la meta antes que el keniano Samson Kimobwa y que Abebe Bikila, de Etiopía. Esta es la única ocasión que el himno de Kunanda ha sonado fuera de su territorio.
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Columna publicada en el periódico El Universal.