Algo especial —que casi nadie vio— ocurrió en la final en la Bombonera del Toluca


Algo especial, que casi nadie vio, ocurrió hace un par de semanas en la final del futbol mexicano en «La Bombonera» del Toluca. Algo más allá del cabezazo con que los Diablos abrieron el marcador de la final del futbol mexicano. Algo más allá de la ovación a Alexis Vega, cuando el Turco Mohamed lo sacó de cambio para eso, para ser merecidamente aplaudido. Algo más allá de los cánticos que nunca cesaron en las tribunas. Algo más allá de la soñada copa que levantó la aguerrida escuadra del Estado de México

Algo especial ocurrió incluso antes de que comenzara el encuentro por el campeonato, algo que no se observó nítido en el estadio ni en los televisores.

En la ceremonia de inicio de la Liga BBVA MX, previo al silbatazo con que daría arranque el partido, el encargado de presentar al público y la prensa el trofeo a campeón fue Arturo Perez Duarte. Es hijo de Arturo Perez Arredondo, Presidente del Club Deportivo Toluca FC, y hace un mes, tras una larga batalla contra el cáncer, perdió a Arturín, su hijo de siete años.

Arturín

A Arturín le gustaban las estrellas y todo lo que tuviera que ver con el espacio. Amaba a su perro Balto, a Spiderman, a sus papás, primos, abuelos, bisabuelos, el futbol y, sí, al Toluca.

Arturín y Balto

La pasión por los Diablos Rojos corre por las venas de la familia, incluso desde antes de que su abuelo fuera nombrado presidente del club. El pequeño Arturín, durante su vida, festejó los goles de los escarlatas como uno de sus más ardientes y entusiastas fanáticos.

Circula un video del domingo en el que Arturo su papá aparece llevando el trofeo y depositándolo en la base donde quedó a disposición del equipo que más goles metiera. Lo miré varias veces y, aunque no es algo que se vea a simple vista, resulta claro que algo especial ocurrió precisamente ahí, en ese segundo.

El cuidado tan particular con que sostuvo ese trofeo me emocionó, especialmente cuando lo levantó y encomendó al firmamento —que esa noche estaba lleno de esas estrellas que llamaban tanto la atención de Arturín— y, acto seguido, lo acomodó en el pedestal, no sin antes tomarse unos segundos para posar sus manos en él y rendirle una disimulada pero solemne reverencia. La sentida caricia antes de darse la media vuelta fue igualmente discreta, y tanto o más conmovedora.

Con este contexto, cualquiera entenderá que aquello, más que un acto protocolario, se convirtió en un ritual. No alcancé a distinguir si Arturo cerró los ojos en algún instante, mas me da la impresión que sí, pues en ese espacio sagrado —donde guardamos la esperanza de que nuestras palabras y peticiones silenciosas sean escuchadas y resuenen al otro lado— sí es posible ver los rostros, las sonrisas y reproducir las memorias que añoramos.

Resulta a todas luces evidente que el futbol es mucho más que una pelota o un marcador. El futbol es volver a nacer. O, cuando menos, dejar de morir un poco. Si no, pregúntenle a Mohamed, quien también perdió a su hijo mayor hace algunos años y ahora pudo festejar la gloria, entre lágrimas, con Shayr, el menor, a la orilla de la cancha. El futbol son las segundas oportunidades; o miren a Alexis. Es redimir, aunque sea temporalmente, el dolor.

El gran Turco

Este domingo en que Don Valentín Diez Morodo pudo cumplirle a su padre que el equipo de sus amores volviera a ser campeón, el futbol fue también ese cúmulo de miradas de jugadores, cuerpo técnico, directivos y aficionados que apuntaron al cielo en busca de seres queridos, de milagros, señales y de algo especial que, a pesar de que no se ve, nos permite sentir que, efectivamente, entre el cielo y el suelo hay algo*.

Estoy en todas las redes como FJ Koloffon.

Tony y Shayr
Don Nemesio y Don Vicente Diez
Alexis Vega, campeones

Texto publicado en la columna “La maratón de la vida”, del periódico El Universal.


comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *