Desde que estoy en las redes sociales he tratado de evadir a toda costa los perfiles de quienes hoy se ostentan como los nuevos sabiondos del Internet. Nunca he soportado a las y los insufribles que de buenas a primeras se creen autoridad moral y se ponen a publicar consejos a diestra y siniestra sobre cómo los demás mundanos podemos aspirar a convertirnos en seres mejores.
Me rebasa este superfluo fenómeno de los autollamados influencers, que más bien deberían llamarse insufribles y que, si bien ya lleva tiempo, a mí apenas comienza a darme comezón porque cada vez aparecen más seguido sus caras y recomendaciones en mis feeds.
Ver esta publicación en Instagram

¿A quién le interesa seguir a un adonis o a la típica doña Afrodita que no para de pregonar, todos los días, lo extraordinariamente bien que encara la existencia, y que no se cansan de presumir, sin pudor ni reparo, sus imperfectibles estilos de vida?
La respuesta es, lamentablemente: a miles y, en los peores casos, a millones.
Por eso las marcas han puestos sus ojos y sus presupuestos en ellos, porque sus contenidos llegan a grandísimos ejércitos de incautos que toman la palabra de estos banales personajes como la última, como la verdad, como la ley.
Mi cólera se desató hace unos días, concretamente, cuando en mi Instagram se abrió un video del definitivamente famoso Dr. Patricio Ochoa, con una legión de más de medio millón de followers en esta red y un contingente digital semejante en TikTok.
Ver esta publicación en Instagram
“Odio correr. Me cuesta la vida ponerme unos tenis, salir a la calle, ponerme a trotar, sudar y sofocarme de calor. No me gusta y me incomoda muchísimo. Y, aún así, mañana corro un maratón”, comienza diciendo Patricio, a quien hay que reconocerle que hace bien su trabajo y que tiene otros contenidos más acertados y de buena maquila, que entiendo por qué atraen a tanta gente. Pero, ¡clemencia!, ¡ese mensaje no!
“Mañana corro 42 kilómetros, no porque me guste ni porque sea fácil, sino porque quiero demostrarle a mi mente que puedo hacer lo que yo creía que no era posible… Así que ponte unos tenis y da el primer paso”.
Bro, si de demostrarle a la mente se trata, es más fácil si te comes un hígado encebollado. Eso sí que no le gusta a nadie, es un reto casi tan heroíco como el maratón y evitarías la ira de todos los que sí disfrutamos y amamos correr, y que no caemos en los ridículos discursos de “odio hacerlo, pero soy un guerrero”.
¡Por un Internet con menos profetas y más gente sencilla que cuente sus experiencias con humildad y honestidad!
Saludos a mis tres seguidores.
* * *
Estoy en FB, Twitter, IG y LinkedIn como @FJKoloffon. Y trabajo en La Novelería y en Koloffon Eureka.
Texto publicado en la columna “Don’t Stop me Now” del periódico El Universal.