Que un mexicano gane el maratón.


El fin de semana, mientras leía “De qué hablo cuando hablo de correr” de Haruki Murakami, revivió en mí la esperanza de correr el Maratón de la Ciudad de México este domingo. Hace justo un mes, en el medio maratón, me lesioné la rodilla tras decidir no detenerme a pesar de un dolor que ya traía y con el que me empeciné en correr la mejor carrera y la que más he disfrutado en mi corta vida en estos trotes (dar clic aquí para la reseña).

Bueno, pues además de que me sentía mucho mejor, a cada párrafo del libro me llenaba más de energía, fuerza y deseos de participar y completar los segundos 42.195 kilómetros de mi vida (dar clic aquí para leer acerca de los primeros). Luego de cuatro eternas semanas de reposo, apenas este lunes mi doctor me dio luz verde para probar cuatro kilómetros. Y me fue bien, aunque acabé con cierta sensación justo del lado izquierdo de la rodilla, en la banda iliotibial.

No obstante, por si acaso, le pedí a mi esposa –quien, por cierto, correrá 32 kilómetros junto con sus amigas corredoras– que incluyera varias pastas y pescado en el menú de la semana, para aquello de los carbohidratos. Pero la verdad es que se veía muy lejana no sólo la meta sino la posibilidad de cruzar la línea de salida.

Hoy volví a correr cuatro kilómetros y no me fue mal. De hecho, estuve mejor que el martes, pero no estoy para un maratón, lo cual me tiene frustrado y de mal humor pues espere el anhelado momento durante 365 días. La vida es incierta, aunque la mayoría de las veces somos nosotros los que provocamos las situaciones que la vuelven así.

Si me hubiera cuidado haciéndole caso a mi cuerpo, estaría listo para el domingo.

Todavía hace rato pensé en cometer una locura, una hazaña de esas que me gusta incluir en mis películas mentales en las que personifico todo tipo de héroes. “¡Señoras y señores, entramos a los últimos dos kilómetros de la máxima prueba del atletismo! ¡F.J. Koloffon viene a toda velocidad, paso a paso con los africanos, la gente lo anima y lo vitorea! ¡Puede ser, por fin puede ser que nuevamente un mexicano se corone en el maratón de la Ciudad de México! ¡Es una carrera épica y recordemos, por si fuera poco, que interrumpió su entrenamiento hace cuatro semanas por una lesión en la rodilla! ¡Es increíble que lo veamos correr a este ritmo, en esta forma, es una locura! ¡Señoras y señores, grábense bien este momento!

Desafortunadamente esta vez seré un espectador. Nada más espero que un loco de verdad, un mexicano, surja de la nada y sí haga realidad su película, su gran sueño, porque yo estaré ahí, un par de kilómetros antes de la meta, donde el año pasado me espero mi familia, eufórico, gritando con todas mis fuerzas para que no ceda y gane. Voy a impulsarlo. ¡Vamos!

Como dice Murakami: no existe en ninguna parte del mundo real nada tan bello como las fantasías que alberga quien ha perdido la cordura.

Ni modo, maratones habrán muchos, cuerpos no, hasta la próxima vida.

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Que un mexicano gane el maratón was originally published on FJ KOLOFFON

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