Que la fuerza esté contigo.


 Hay carreras en las que abro mi percepción a todo lo que veo y a lo que no veo en el camino: pienso, siento, medito, pido, deseo, imagino, planeo y agradezco al más allá estar aquí. Trato de acumular a lo largo del trayecto la mayor cantidad posible de emociones, sensaciones, sentimientos, vivencias, miradas y experiencias, en parte para llenarme de vida y en parte para luego contarlas en textos como este. Pero esta vez decidí concentrarme exclusivamente en correr. Quería romper mi marca y no estaba dispuesto a cargar ni con el peso de un pensamiento, porque, por más increíble que parezca, sí pesan. Y a veces cansan y te frenan.

Sin embargo, esta mañana en el medio maratón de Star Wars viví algo que no me había ocurrido en ninguna otra carrera: establecí una conexión extraordinariamente poderosa con otro corredor durante prácticamente todo el recorrido. Claro que en muchas ocasiones he sentido esa vinculación mágica con quienes participamos en eventos de esta naturaleza, además de experimentar en cuerpo y alma las emociones más intensas, pero ahora fue especial.

Desde la línea de salida corrí prácticamente palmo a palmo con un desconocido. Alguna vez me ha sucedido que de pronto me veo inmerso en una competencia mano a mano con algún otro corredor que va a mi misma velocidad, pero nunca me había tocado ir junto a alguien y sentir que realmente íbamos juntos, sin rivalidad, unidos. En algún momento vislumbré mi fuga cuando faltaran dos o tres kilómetros para levantar victorioso los brazos al cruzar la meta, pero pronto reflexioné: “no es necesario”.

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Luego de trece kilómetros, al final de la segunda subida de la ruta, bajé un poco el ritmo y me rezagué unos metros. Con tanto cansancio los metros rápidamente se alargan y quien va unos pasos adelante comienza a parecer inalcanzable. Si el espíritu no hace en ese preciso instante su trabajo y seduce a la mente para convencerla de que hay una oportunidad, ahí mismo se puede venir todo abajo, así que aceleré el paso, hice un gran esfuerzo y reduje la diferencia que nos separaba, aunque todavía se veía lejos. Avanzábamos rápido, de hecho, no había prácticamente nadie delante nuestro, tres, cuatro o cinco corredores a la distancia. Íbamos muy bien.

En cierto punto dentro del Bosque de Chapultepec me desoriente y di un giro equivocado, casi de inmediato me di cuenta y, mientras reproducía en mi cabeza aquél glorioso despiste que le cambió la vida a Germán Silva en el Maratón de Nueva York, regresé al punto correcto y proseguí con la esperanza y la determinación de alcanzar a quien en ocasiones volteaba atrás para transmitirme fuerzas.

“May the force be with you”, le deseé en silencio. “Que la fuerza que juntos creamos las personas te acompañe”.

No pude evitar dedicar también algunos pensamientos y deseos —de los más puros que existen— a mi familia y a mi maestra de musicoterapia, quien nació hoy hace algunos años y quien precisamente me ha enseñado a mirar y a palpar todas esas cosas de la vida que no necesariamente se ven pero que ahí están. Casi enseguida enfoqué de nueva cuenta mi absoluta atención en mis pies, impulsado por ese perfecto des-conocido a quien ya no pude alcanzar, pero a quien nunca perdí de vista hasta que crucé la meta veinte segundos después de él, donde me esperaba para felicitarme.

Los seres humanos somos una gran raza.

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(Fotografía: de otra gran persona que acabamos de conocer mi familia y yo y quien, lo mismo, nos demuestra lo maravilloso que es abrirse a las auténticas conexiones entre la gente)

Que la fuerza esté contigo was originally published on FJ KOLOFFON


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